domingo, 9 de agosto de 2015

De todos los dioses el único es el de los nuestros.

De todos los grupos, de todos los pueblos el único dios se decide a hablar sólo con el mío. ¡Qué casualidad! Cuando se decidió a hablar con los nuestros, no lo hizo con todos, sólo con uno de nosotros y en un determinado y lejano momento. A partir de entonces algunos hacen caso al individuo que ha recibido la noticia en situaciones ciertamente extremas. Tremenda solitud y con climatología ciertamente adversa. Le hablan las zarzas y las llamas. Entonces recibe las normas, las explican y algunos entonces sorprendentemente le creen.
O le dicen que su mujer está embarazada. ¿Algún creyente actual creería a su mujer en la situación de San José? ¿O si Rajoy o Sánchez vienen diciéndonos un día que han recibido las normas y leyes en una revelación mística? A veces lo ha parecido y se les ha visto a alguno de estos yendo a lugares de recogimiento a esperar instrucciones del único dios verdadero. 
Por otra parte, las normas son importantes para salvarse y tener una buena vida eterna. Con el tema de los pecados nos encontramos ante preguntas complicadas de responder y estoy pensando en catolicismo. ¿Antes el nacimiento de Jesús de Nazareth se puede ser pecador con todas las de la ley? ¿Sólo los judíos que lo tienen más cerca? ¿Y los indígenas americanos no eran pecadores hasta la llegada de Castilla? ¿Es necesario para dios buscar a un primero que escuche y luego difunda? ¿Porque no a todos? ¿Qué sentido tiene esta forma de difusión? 
Y pensando en todo esto, no sé si será por este bochornoso calor a orillas del mediterráneo que ya no sé si estoy hablando de religión o de política y economía. Pero a veces a los hombres y a las mujeres nos da por razonar y decir no a la sinrazón.

Publicado el 7/7/2015 en Debate Callejero.

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