Será porque no quería volver a escribir otra maldita columna sobre el coronavirus, será porque volveremos a cierta normalidad tarde o temprano o precisamente porque más que nunca en situaciones críticas, cuando hay problemas, la organización es más necesaria. Si todo fuese perfecto y bien, ¿para que las organizaciones de la izquierda? ¿Y para qué la izquierda sin alegrías familiares? Será ya por tanto el tiempo confinados y el sentido del tiempo que se me acaba llevando la razón, y confundo los términos.
Ahora parece que somos pocos los que nos dedicamos a hacer un caldo como dios manda, con una olla exprés, encargando que el pollero nos haga una apaño para el caldo o comprando un pollo entero y pidiendo que nos separen las carcasa y nos añadan un poco de gallina o pavo. Requiere cierta organización, y si se hacen las cosas bien comprar las hierbas en una verdulería: puerros, ramas de apio, chirivía, nabo y un par de zanahorias. Cebolla y patata. Así se construyó el movimiento comunista, con restos de serie, con carcasas y restos viejos, algún apunte interesante como el puerro, o cosas a las que otros no verían valor como el nabo y la chirivía. O la imaginación para poner un trozo de col. No debía faltar la predisposición de pensamiento para poner el día antes unos garbanzos en remojo y la paciencia para ponerlos ya con el agua caliente, no de primeras.