Os transcribo mis notas de la charla y como siempre, lo
bueno y aprovechable que se diga será gracias a Jaume Botey; las
incorrecciones, deslices y otros errores sólo atribuibles al Senyor_G.
Los inicios.
Jaume Botey empezó su actividad en el campo de la educación
de adultos en el Campo de la Bota influenciado por su hermano que de hecho
llegó a estar preso por hablar de alfabetización. Para ello se dedicaban a
copiar el método de Paulo Freire. Más tarde cuando llegó a
l’Hospitalet en 1968 empezó con una experiencia nueva contextualizada por el
local que lo acogía. Hay que explicar que Jaume Botey llega al barrio de Can
Serra y a la ciudad de l’Hospitalet como
cura de la iglesia de Can Serra, pero en ese momento no hay iglesia,
en sentido de edificio en el barrio. Las actividades eclesiásticas se
desarrollan, no sólo por el contexto, sino por propia voluntad sin local,
usando casas de los feligreses y otros espacios. Hasta que las entidades y
partidos del antifascismo de la ciudad les piden que construyan un local para
poder tener un paraguas del obispado en sus reuniones y otras actividades
contra el franquismo. Entre los demandantes hay todo tipo de organizaciones,
desde diversos partidos comunistas hasta sindicatos de todo tipo. El equipo de
religiosos encabezado por Jaume Botey aceptan que se erija la iglesia, pero la
tiene que construir los que la piden, el conglomerado de fuerzas populares
antifranquistas del barrio y la ciudad.
Esa construcción del local eclesiástico será en sí mismo un ámbito
de formación de escuela de adultos, con las mediciones, o los cálculos para
pedir materiales o hacer pedidos. Es un hecho cultural de gran envergadura y se
elige como nombre Casa de la Reconciliación. Un nombre el de RECONCILIACIÓN
deliberadamente ambiguo; reconciliación con el inmigrante, política de
reconciliación del PCE, reconciliación con el otro en sus diversos términos. Se
realizan fiestas diversas, un día de los andaluces, otro de las mujeres, es
decir se plantea como un lugar de encuentro. Hay espacio tanto para un
concierto de la Coral Sant Jordi como para canciones andaluzas que son
aprovechadas sus letras para aprender a leer. En los locales se hace teatro, se
crea un cinefórum, o grupos que realizan cortos e incluso los primeros grupos
de objeción de conciencia. Se aprovecha el espacio de la escuela para
conferencias sindicales, políticas y culturales. Es una escuela de formación
haciéndose con el espacio por los participantes.
Fernández Buey y Manuel Sacristán.
Paco Fernández Buey, le pidió poder ir a dar
clases. Jaume reconoció que tembló ante la petición de aquel gran
marxista y lector de Gramsci,
pero le quedó claro que había entendido el gran sentido cultural de lo que se
estaba haciendo en la escuela de aquella iglesia que no parecía una iglesia.
Con el tiempo durante aquellos 6 años que estuvo Paco le pidió traer a un
amigo. El tal amigo era otro reconocido marxista e intelectual llamado Manolo Sacristán, y estuvo dando clases en Can
Serra durante 2 años hasta que tuvo que empezar a hacer diálisis. Botey sonreía
explicando que le puso la condición de que no les dijese a los alumnos que era
Manuel Sacristán y como él le respondió: “Manolo, son analfabetos, no saben
quién es Manuel Sacristán”. De hecho Sacristán no hizo ninguna charla ni
conferencia, pero se inventó una clase de “leer el periódico”.
Paulo Freire y el manual de Can Serra.
Se buscó hacer grupos para la alfabetización, para inicio a
la escritura e incluso para obtener el certificado de estudios primarios. Estos
procesos educativos en la Casa de la Reconciliación, dan lugar a un libro a
modo de manual “Así aprendemos
los adultos en l’Hospitalet / Así aprendemos los adultos en Can Serra”. Dada la inspiración en el proyecto de Paulo
Freire, se le quiso presentar el manual que hasta entonces había circulado en
fotocopias para ver si funcionaba. Freire era un auténtico mito tanto por su
papel alfabetizador y cultural, como por su papel de opositor a la dictadura
brasileña.
Volvió a sonreír Botey, al pensar en aquel grupito que iba a
buscar la bendición de Freire para
aquel librito y el proyecto que recogía que se presentaba a las 9:00 de la
mañana. Era en el suiza, aprovechando un congreso ecuménico en Ginebra. La
mujer encargada de la casa de Freire les dijo que no tardaría, que acostumbraba
a ser puntual. Y esperaron, hasta que pasadas las 10:30 se quedaron helados a
verlo, ¿cómo decirlo? ¿...? cómo dicen en Sudamérica “tomado”. Se había pasado
la noche viendo y celebrando la victoria de Brasil sobre Argentina y se puso a
explicarles jugadas de Pelé en el mundial[1]. Aquel mito se les deshacía
cuando siguió quejándose de la mantequilla del desayuno y que en vez de
hablarles del manual de Can Serra les preguntaba por la dictadura franquista.
Se estaban empezando a desesperar hasta que uno de ellos le insistió cuando ya
era noche y les respondió: “si saben tanto de Franco y
l’Hospitalet, seguro que el manual es bueno”.
La lección que extrajo era que no hay manuales, que no hay
pastillas para esta tarea. Que si quieres a la gente, si conoces la situación
en la que viven, si conocías el l’Hospitalet de entonces se encuentra la forma
de hacer posible el proyecto educativo.
Ni antes ni ahora habrá pastillas.
No hay pastillas, tampoco ahora en el proyecto de escuela de
adultos que se quiere lanzar desde Can Batlló y los que lleven a cabo el
proyecto se las tendrán que inventar. No tiene nada que ver el mundo de Can
Serra de finales de los 60 y principios de los 70 con el de ahora. Ha mejorado
el bienestar de la gente pero ha empeorado la solidaridad, hay más
individualismo. Botey hizo hincapié en esta sociedad “del móvil”, un aparato
que infantiliza a la juventud. Curiosamente tenemos menos capacidad de
convocatoria.
Sociedad con más desigualdad social, más diversidad étnica
del que viene de fuera que en aquella época, incluso llegan sin ningún tipo de
papel. Nos es posible vivir en una democracia formal y un fascismo social:
Merkel que expulsa o Hungría que pide recortar la lista de derechos humanos.
Todas las sociedades occidentales crecen con subcolectivos que necesita y que
las sociedades de bienestar quiere expulsar.
Características de esta educación.
Botey hizo un breve resumen de su concepción educativa que
se puede caracterizar:
-
El hecho educativo está enraizado en la sociedad, en el barrio o territorio donde está. Todo lo que sea trabajar en el barrio, en este caso en Sants o la Bordeta ayudará a lo que se haga en otros barrios de Barcelona como Nou Barris o Ciutat Vella.
- El hecho educativo es un hecho histórico que necesita conocer los datos de las situaciones en la que está inmersa para mejorarla.
- Es un hecho comunitario.
- Es un hecho político, en sentido transformador y con pensamiento crítico pero de respeto al pensamiento de los otros, que también son adultos que pueden tomar decisiones.
Recuperar el sentido de las palabras.
A Botey la situación actual le recuerda a la situación de
los fascismos previos a la segunda guerra mundial, como entonces es necesario
recuperar el sentido de las palabras, como por ejemplo con democracia o mujer.
Sólo se pueden recuperar el significado con hechos y no tanto con palabras.
Es necesaria la autonomía, las personas la consiguen con
preparación para ganarse la vida. Se mostró ilusionado y contento, al ver que
hay personas para el momento actual, como en su momento surgieron en América
Latina y volviendo a las palabras y a cierto sentido religioso acabó deseando
que nos convirtiésemos en unos estigmatizados en el mejor sentido de la
palabra.