En un reciente artículo de opinión Joan. B. Culla en el periódico Ara, al que siempre le agradeceré el programa de historia “Segle XX” en el Canal 33[1] y alguna otra cosa más, se mostraba crítico con Iniciativa (ICV), evaluando su papel desde el tripartito hasta su culpabilidad en la dimisión de Xavi Doménech, pasando por su papel en “el procés”. Sin entrar en la base de la columna y sus posiciones respecto a ICV y la reciente política catalana, me sorprendió especialmente su primera afirmación de que el partido ecosocialista (no sé si eso nos incluiría a los de EUiA) “había sido uno de los principales factores de desgaste de la presidencia de José Montilla”. No sé si al gobierno de Montilla habría que incluirlo en aquel del Dragon Khan, aunque visto con perspectiva cualquiera de los 2 tripartitos progresistas se quedaron realmente en unos modestos tiovivos, porque sino lo de los últimos años no tiene atracción de feria posible, chistes a parte.Dentro de las culpas de ICV explicitadas la que más me llamó la atención era lo que nuestro historiador calificaba de “empecinamiento a imponer una velocidad máxima de 80 km/h en todas las vías del área metropolitana”, justo en unos días (cuando le leía) en los que en Madrid se estaba con lo de la restricción del motor privado en el centro de la ciudad. Un debate que en el área metropolitana de Barcelona no se ha dejado de dar desde diferentes frentes: ya sea discutiendo las reducciones de velocidad, el tranvía o la necesidad de más autopistas o el precio del transporte público.
sábado, 19 de enero de 2019
domingo, 13 de enero de 2019
Un siglo de muros sin fin
Estos días, leyendo en su primera parte a J.B Culla en su historia de Israel[1], cuando habla de un mundo previo a la primera guerra mundial “sin fronteras”, he recordado al mismo de los viajes iniciales (desertando) del periodista Eugeni Xammar. Una época donde era posible pasar fronteras y moverse por el mundo sin grandes problemas (con algún dinero quizás y siendo europeo occidental seguro). Desde esa guerra entre imperios, cualquier extranjero empezó a ser un posible espía, un futuro enemigo en el reparto del mundo entre blancos. Un mundo de blancos europeos, estamos por todas partes, aunque por el contrario mis bisabuelos y tatarabuelos no salieron de su provincia.Oigo la radio en la noche, me relaja aunque sea escuchando los boletines informativos. Otra vez Trump y su muro. El muro de Trump le llaman. El muro de Trump sería realmente el refuerzo del muro que ya existente. ¿Cuiántos muertos llevamos ya en esa frontera en estos últimos meses con el muro que ya existe? ¿Cuántos menores incluso? ¿La culpa es del muro de Trump? No, el muro de Trump no existe: sí el de Obama, el de Bush Jr, el de Clinton. Del mundo pobre al mundo rico.
martes, 1 de enero de 2019
El oficinista: reformas comunitarias
Cruz no le acababa de ver la gracia a la alegría alborotada de El Oficinista, al fin y al cabo era una foto sin mucho estilo del edificio de la vieja comunidad del piso de soltero de él. La fachada era sólo de 2 colores en dos variantes de marrón, quizás color tierra, quizás rojo oscuro. Una fachada modesta, ni colores actuales, ni escenas mitológicas que quisiesen explicar algo del pasado al presente, ni siquiera relieves de flores o animales. Simplemente una fachada más de un edificio más de aquellos barrios que daban cobijo a gente cada vez más diversa y que envejecían a forma acompasada a sus inquilinos, hasta que estos huían de una forma o de otra o simplemente se resignaban a hacer juego con las fachadas, menos los domingos por las mañanas que en el que barrio lucía como si aún fuese el gran día que fué, el del descanso que alegraba almas y cuerpos.Podía reconocer que no era un simple cambio cosmético, sino que también se mejoraban otras partes del edificio aunque aún quedaban cambios por hacer que podrían llevar algunos años más. Hacía tiempo que no había estado dentro del piso, ni dentro de aquella habitación, ni dentro de aquella cama de la que recordaba el frío pero poco, el que duraba hasta que se abandonaba a la calidad intimidad, y las alegrías que la acompañaban, mucho más desenfadadas que todo aquello de las fachadas, los bajantes y otras instalaciones. Le quedaba mucho al edificio para que cualquiera se sintiese orgulloso de él.
Huecos: piezas en blanco
He visto muchas veces a Oteiza hablando de la felicidad de enfrentarse a la página en blanco, no es mi caso aunque tampoco llega al terror que atribuye a Mallarmé. La escritura requiere hábito, como todo lo que tiene que ver con el gusto, pero el hábito de escribir por escribir tampoco tiene gracia sin tiempo que nos ocupe una vida que sustente las reflexiones para tener algo que contar. Me cuesta enfrentarme a la página en blanco cuando tiene que ser de forma ordenada, pero a la vez tengo tantas cosas que decir, por lo menos a la gente que aprecio, aunque me da que ya no es importante lo que pueda expresar. Con lo que valoraba hace años lo que decía, el debatir, el discutir y ahora como aquel libro “Digues que m’estimes encara que sigui mentida[1]” prefiero que me den la razón o darla con tal de no discutir. El debate de verdad lo dejo para los amigos y tengo que estar descansado.
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