Escribo esto justo hoy que está la moción de censura, de la que debería hablar si me acompañase el don de la oportunidad, pero me parece demasiado complicado de afrontar ahora mismo. Quiero decir que me sabe fatal, pero cuando veo al señor Ramón Tamames solo veo un señor muy mayor y especialmente atribulado para la situación. No le daré la razón a Feijoó en aquello de “Si fuese mi padre, no le dejaría hacer esto”, no se la daré en la posibilidad de prohibir un hijo a un padre incluso en esta situación. En que las cosas del cuidado en general de la familia siempre hay más consejos que manos. Sí que se la daré en el sentimiento y sensación que creo que le acompaña al decirlo.
Sí que me sorprende la reiteración en la ex filiación comunista de Tamames, creo que sí que es una cosa a decir, pero no sé si tan reiterada dados los cambios de vinculación política que ha tenido. No podemos hacer el experimento y que alguien le diese por presentar a Verstriyge desde la izquierda o así, y ver cuánto se destacaría su secretaría general de Alianza Popular o todo lo que vino después.
Tampoco escribo de ello porque la jornada de trabajo de hoy, aunque de oficina, no me ha dado pie a poder seguir las intervenciones, ni lo he intentado especialmente por la sensación y aprensión que me daría. No quería estar en la piel de los que tienen que responderle. Me han llegado ecos de la buena intervención de Yolanda Díaz, igual hasta le ha hecho dudar a Tamames, pero no lo sé. No haré propaganda por la propaganda.
La cosa esta de la propaganda en la vida política moderna, a la que le da vueltas Guillem Martínez bastante en lo que le voy leyendo, me interesa. Entre lo que se dice y lo que realmente se puede hacer. No entra él en organizaciones y relaciones de fuerzas. Pero la idea me interesa y mucho. Yo además le doy vueltas y lo vinculo a las leyes realmente existentes, la parte de las leyes que la administración, el Estado, sí que se preocupa por hacer cumplir, que no es todo lo escrito sino sólo una parte. De hecho debería decir las administraciones, porque tenemos a la Unión Europea, que manda para bien y para mal. Y dice y fija mucho las políticas económicas, la política de verdad, así que un día nos podría dejar la Constitución más libre de poesía y dejar sólo lo que se vaya cumplir. Dicen que nuestra Constitución nos dejaría hacer políticas de estado socialista, de lo que se entendía hace décadas por ello, pero no sé si la UE nos dejaría o qué implicaría. Aunque luego la UE es el confederalismo de sus gobiernos, y no el parlamentario, y nos hacemos un círculo. Que tampoco sabríamos lo que queríamos o nos sentaría mejor.
Las amistades que hayan llegado hasta aquí ya deben estar pensando a dónde vamos a ir a parar. Pero sí, yo lo que quería hablar es de la idea que tuve esta semana pasada al ver el edificio del Banco de España que tiene en Plaça Catalunya con el Portal de l’Àngel y lo que realmente se puede hacer. Échenle un ojo si pasan por allí o busquen alguna foto. Es un gran edificio, grande, con muchas ventanas y plantas en un lugar envidiable pero otra vez saturado de turismo. Y me dio por pensar que debe ser imposible que todas aquellas plantas estén realmente ocupadas, más con los cambios técnicos y legales y porque ahora muchas de sus tareas o las hace el Banco Central Europeo o son unos mandados. Para hacer estudios argumentando bajar sueldos y pensiones y en cambio despistarse en el control de cajas y bancos y su baja atención a clientes y explotación de sus empleados, no hace falta tanto espacio físico. Acabo aquí con mi momentillo populista, digno de aquel Felipe González del 81-82, y sigo con mis cosas. La impresión, digo, es que no debe estar lleno y me lo dejo para deberes comprobarlo.
Pero supongamos que las administraciones ven ahí un espacio infrautilizado. ¿Qué se podría hacer ahí? Yo pensé que hay daba para vivienda, para mucha vivienda, que sería bueno para mejorar en la recepción de semejante derecho y para esponjar el turismo. Pero me imagino que al final las administraciones se comportarían como un operador económico más, y hay puede acabar alguna cosa más rentable en economía contada en euros y no con impacto económico vital.
Como otras grandes obras, al final los grandes cambios se hacen con plusvalías de operaciones inmobiliarias ya sean promociones de vivienda mayormente privada o con grandes centros comerciales. Al final propaganda, unos más el estado democrático y otros la sociedad civil.
Me dejo como deberes ver el uso que tiene ese edificio del Banco de España en el centro de Barcelona, porque si la premisa es falsa, el silogismo ya no me llega a ninguna conclusión. Pero la idea permanece. Claro.
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