A veces, no de ahora de la pandemia sino ya de antes, tengo la impresión de que soy el único español al que le van bien las cosas. Sé que no es verdad pero a veces me sorprenden quejas de las situaciones de personas trabajando razonablemente, con comida, casa e incluso vacaciones con movimiento. En la situación actual de pandemia, por sector y formación no paré de trabajar y sobre todo de cobrar mi nómina. Como sé que no todos están en la misma situación y que hay muchas personas con problemas para unos mínimos vitales, humanos y ciudadanos, creo que nos deberían pedir un esfuerzo a los que nos va bien. No es una opinión puntual, sino decir que el criterio es ese, aportar en función de nuestras posibilidades.
Y lo quiero hacer mediante impuestos, que me cobre el estado y luego redistribuya. Odio tener que hacer yo eso de “ayudar a quien más lo necesita”, de hecho odio profundamente esa retórica de a quien más lo necesita, y la de los más vulnerables. En vez de arreglar problemas, el neoliberalismo con cierto conservadurismo nos está llevando para atrás, a la caridad en blanco y negro aunque con colores. ¿Solo hay que ayudar a quién más lo necesita o al que lo necesita para unos mínimos? Si no, dejamos a mucha gente fuera. Unos mínimos que seguro ya están establecidos en un montón de leyes y tratados de todo tipo que habremos promulgado o firmado con variadas letras y bolis de colores. Habrá quien pensará que prefiere hacerlo él personalmente y dar el dinero como le plazca. Yo no lo creo. ¿Qué sabré yo de las rentas de la gente y sus necesidades? Sin hablar de aquel concepto de economía de escala, que será mejor una escuela con profesoras que ir yo regalando un tomo de la enciclopedia a quien vaya viendo.
Por otra parte quiero que lo haga directamente el estado para que lo hagan en las mejores condiciones quienes trabajen en ello. No hablo solo en tareas prácticas en la mejora de vida de todos como profesoras, doctoras, enfermeras, ingenieros de caminos y policías, sino en los que trabajan en la gestión pura y dura de recursos. Por una parte estoy pensado en los problemas de falta de personal para atender aquella renta mínima o por ejemplo todo el embrollo de empresas de servicios para realizar el seguimiento de los infectados por el coronavirus. ¿Recuerdan? Para poder llevar a cabo políticas sociales de calado, en la línea del Estado social y democrático de Derecho, hace falta robustecer la administración, si quieren más o menos flexible, pero necesitamos no depender y acumular conocimiento en terceros ajenos a los controles que sí hay en la administración pública.
En este sentido me da cosa cada vez que tengo que llevar a mi hijo al hospital o al ambulatorio y pasar por las cosas de San Juan de Dios. O yo mismo cada visita al dermatólogo por el Sagrat Cor. Podemos crear leyes sobre aborto o eutanasia, pero reconozcan que todo esto hará mucho más difícil implementar. En algunos casos incluso se junta un tema de caridad y empresas comerciales ayudando, que me dan una impresión de regresión brutal, de tener que volver a alguna viñeta de El Perich.
Por otra parte me ha chocado varias noticias sobre problemas de financiación de “oenegés”, con subtitulares como “Las oenegés que reparten comida temen quedarse sin productos durante los meses de enero, febrero y abril de 2022” o “Algunas oenegés han tenido que recurrir a créditos para poder seguir prestando los servicios públicos a los más vulnerables”. Yo pensaba que oenegé venía de la siglas O.N.G., de Organizaciones No Gubernamentales, pero si al final la financiación es básicamente pública, pues ya nada quiere decir nada y “¡Oh, sorpresa! ¡Tenemos un problema!”. Igual la cosa no va por ahí y es un mal subtitulado del periodista que lo usa como sinónimo de “entidad social” , o cualquier día de estos vemos a varios gobiernos nacionalizando Organizaciones No Gubernamentales. Porque además estoy seguro de que estas externalizaciones bondadosas se hacen muchas veces por buenismo de ahorrar recursos y controles… que acaba pagando el trabajador que ayuda o el que es ayudado.
Acabo por donde empecé, podría pensar que mi buena situación actual es mérito mío o de mi familia. No lo creo, ha habido suerte, la principal toda una familia y sobre todo una sociedad, un país, que puso mucho de su parte para una sanidad con vacunas evitando muchas enfermedades y darme acceso y oportunidad a la educación que me permitió demostrar que podía licenciarme para poder trabajar con más comodidades que mi padre, mi madre, y ya no digo mis abuelas y abuelos. Pero para que eso siga pasando, impuestos y acción social del estado. La verdadera justicia no siempre viene de ese ministerio y no podemos quedarnos en lo dice el mercado cuando responde a esta cuestión.
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