Cuando digo si yo no fuese catalán, me refiero a esas cosas de nación, pueblo, cultura… tan difíciles de definir o asir. Y que por cierto quedan diferentes si digo etnia o tribu. No solo pasa con “ser catalán” sino que también es muy difícil definir el “ser español” y me imagino que todos los “seres” nacionales que pululan por el mundo. No es fácil ser cualquier cosa si te toca pensarlo bien y dicen que las palabras tienen dueños.
Soy catalán respecto a mi ciudadanía. A lo que son mis derechos políticos, empezando por el voto, para esto soy claramente un ciudadano catalán. Y se puede decir que eso ni me lo discuto ni me lo discuten y a fin de cuentas es lo que importa: derechos y deberes. Y esto me simplificaría muchas cosas hasta cierto punto, pero aún así las leyes son interpretables e incluso mucho más su aplicación, que es la ley de verdad.
Pero no voy a intentar hoy y ahora definir qué es “ser catalán”, insisto tan complicado y legítimo como “ser español”, británico, inglés, francés… De esas definiciones que si no intangibles, sí son escurridizas para acabar por definir un ser nacional: de lengua, culturas, folklore, rituales, literatura, músicas,… Sean cual sean estos, a alguien como yo es fácil que surja alguien que me cuestionase la legitimidad para construirla respecto a ese “ser catalán”. Pero ya digo me da igual, no me importa y seguiré siendo ciudadano catalán. E insisto una vez más como en otros artículos, mi hijo será otra cosa y podrá sentir y pensar diferente. Pero ojo, muchos de esos ingredientes nacionales catalanes no me son ajenos, pero tampoco me acabo de sentir sujeto a fin de cuentas. Hablo por mí.
Por el contrario sea lo que sea “ser español”, me siento legitimado y me discutiría con los guardianes de la esencias patrias para debatir qué es serlo. La tengo tan clara que no voy con banderitas todo el día, ni con la camiseta de alguna de nuestras selecciones, ni con un mapa de España tatuado en el pecho. De hecho preferiría que por ejemplo la de fútbol llevase el escudo de la federación en vez del Estado. Más si es obra de un artista como Miró, ya puestos. Sí, me puede cansar y producir rechazo el españolismo hiperbólico, tan hiperbólico que igual no es nada español sino la ficción de unos cuantos que se sienten los dueños de las ficciones nacionales. Ya me ven poco a poco discutiendo que es “ser español” y capaz de empezar un debate de si por ejemplo TeleVisión Española se preocupa de la cultura española como debería. Yo creo que no.
Pero al final los españolísimos hiperbólicos nos dan con paradojas como la de un Pablo Casado o una Isabel Díaz Ayuso que dentro de su nacionalismo neoliberal (primera paradoja) pueden hacerme pensar que Cataluña no es España (segunda paradoja).
Digo que es posible Cataluña no sea España, lo que de hecho agravaría mis dudas de “identidad nacional”, por el ímpetu que cogieron los más importantes líderes del Partido Popular cuando en vista de los buenísimos resultados de su partido en las elecciones autonómicas madrileñas decidieron que eso era un signo claro e inequívoco de la voluntad de todos los españoles para un cambio en el gobierno de toda España. La parte por el todo, pero la parte aquella de Madrid, porque hacía sólo un par de meses en Cataluña los resultados le dejaron al PP 3 diputados de 135, lejos de Ciutadans y VOX. Tres diputados que con la barrera electoral madrileña (5%) no hubiesen entrado en el reparto de diputados del Parlamento catalán (3%) ya que sacaron un exiguo 3,6%, y sacaron algo más gracias al candidato que al partido.
Si Cataluña, con lo que representa en población y otras variables no es suficientemente representativa de España como para que el PP la tenga en cuenta como ejemplo para estarse calladitos y dedicarse a la reflexión un rato, y en cambio el artefacto autonómico de Madrid sí lo es, pues igual es que Cataluña no es España o ellos no saben qué es España. O todos estamos confundidos entre gritos y calor.
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