Cada vez tengo más quejas de mi padre por el tema de necesitar móvil e internet para un montón de gestiones. Mis padres tienen un móvil, el mismo los 2, pero sin internet. Ni en el móvil ni en ningún otro dispositivo. Es una cosa que hemos ido hablando de hacer con mi hermano e incluso con ellos, pero no nos es fácil decidir ni lo que implicaría luego. No lo vemos fácil. Mi madre, hasta que mi padre se jubiló, era la que llevaba todo este tipo de gestiones y como quien dice estaba todo a su nombre, pero ahora se van los dos juntos a hacer estas cosas, y cómo siempre se lo van hablando. Y no se aburren, en esto y en general, la verdad sea dicha.
Ya llevan algunos años preocupados porque para hacer muchas gestiones, especialmente con los bancos, se necesitan ciertos recursos y bagaje tecnológico. Y ellos no lo tienen. Mi hermano y yo vamos haciendo este tipo de gestiones que necesitan internet e incluso le preguntan a la nuera que trabajó en un banco, y cuando mi padre se enfada por estas cosas, por la gente mayor para los que en gran medida todo esto es otro planeta. Y yo le digo que no se preocupe que nosotros le explicamos, ayudamos y hacemos; a él no le baja el enfado y esa indignación tan suya.
“¿Y los que no tienen a unos hijos que sepan o que estén cerca, o vete a saber, a esos qué? No es solo por mí. ¿Y el resto?”. Y vale eso lo entiendo y su impotencia también de no poder hacerse las cosas de forma autónoma e independiente. Además de por otros casos cercanos, con ciertas edades además de los cambios tecnológicos se suman cambios y enfermedades que hacen que a las personas mayores les sea más difícil cualquier gestión, si además es con internet eso se multiplica o se les va de madre o incluso de abuela.
Son procesos de desconexión personal (B2P) que se han agravado por la pandemia. Pero ya antes íbamos más hacia el banco Ikea, hágaselo usted mismo. Y han ido poniendo muy complicado “hablar con alguien cara a cara” a no ser que te quieran vender algo. Tanto por el recorte de gastos como por la saturación de los empleados que no dan abasto. Son cosas que empezaron cuando la anterior crisis, la bancaria, que pagamos todos. Porque entre otras cosas cada vez es más obligatorio no solo realizar los trámites on-line, sino tener cuenta bancaria para todo.
Yo agradezco poder hacer muchas gestiones, sobre todo seguir las cuentas de forma on-line, pero cada vez que necesito últimamente una aclaración o una gestión que tiene que hacer “alguien” en mi banco, puede ser desesperante. La pelota va y viene y te sabes desprotegido: a merced de lo que quiera el banco y de mi poco tiempo. Si esto le pasa a alguien como yo, a la mayoría de personas mayores les debe rematar. Pero el jefe de Banco Sabadell por ejemplo es una persona bastante mayor. Revisando para escribir esto veo que Josep Oliu, presidente del Banc Sabadell, nació en 1949, un año después que mis padres, eso sí. Con la ventaja para él de tener formación universitaria y tiempo para todo tipo de cosas.
Y pienso, ¿el señor Oliu se aclara con las gestiones telemáticas en su banco? ¿Y con los cambios en la App? ¿Se preocupa algún hijo o hija de llevárselo o es como en esas historias que corren que la gente con mucho dinero lleva a otra persona con papeles y dinero y no llevan ni su cartera?
Quizás precisamente el perfil de la mayoría de presidentes de banco, que tienen edad de estar jubilados ampliamente, podría hacerlos sensibles a las preocupaciones de mis mayores o de los jubilados de CCOO. A principios de mes algunos de sus grupos organizaron movilizaciones contra la brecha digital que especialmente afecta a las personas mayores.
Por ejemplo, el grupo de pensionistas CCOO de la comarcas del sur de la provincia de Barcelona, explicaba cómo había ido involucionando el servicio de los bancos:
“Primero se establecieron horarios, pasando a ofrecer el uso del cajero automático con la ayuda de un empleado. Más tarde, las personas usuarias eran dirigidas a los cajeros, sin ningún tipo de ayuda. Un aspecto relevante es que cada vez hay más municipios que no cuentan con ninguna sucursal bancaria, complicando aún más estas gestiones.”
Para finalmente reclamar que “esta práctica de las entidades bancarias no contribuye al buen trato hacia las personas mayores y otros colectivos, pero también es una rebaja de la calidad de su servicio”. Y reivindicar “el derecho de estos colectivos a elegir libremente el tipo de servicio más adecuado a sus necesidades y a sus condiciones personales, lo que resulta perfectamente asumible por parte de empresas con gran disponibilidad de recursos técnicos, humanos y económicos.”
Pedían sensibilidad y creo que una persona de la edad y capacidades como Josep Oliu, por ejemplo, no puede ser insensible a las peticiones de sus compañeros generacionales y de nuestros padres y madres. Se lo merecen, en estos tiempos y más cuando tan loada es la propaganda de la responsabilidad corporativa.
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