lunes, 19 de noviembre de 2018

De la pérdida de fe

Esa forma de hablar de dios o de la religión de mi madre enfadada creo que sólo la vi en un documental de viudas de mineros. El si existe ese dios ¿cómo puede existir el dolor, esas enfermedades o la muerte tan injusta? No sé si mi madre alguna vez ha tenido fe, sé que se ríe de la credulidad con estas cosas, y que sí de pequeño sacaba alguna pregunta sobre el tema religioso mi madre acababa con una pregunta parecida a la anterior. Siempre he pensado que percibía como muy injustas las enfermedades de mis abuelos, sobretodo que mi abuela tuviese Parkinson cuando ellas deberían ser todavía muy jóvenes en su rango. Ya he dicho que no sé si había tenido fe alguna vez, ni si realmente se pudiese decir que alguien tenía fe cuando la fe católica era obligatoria, pero en cualquier caso esa pregunta rabiosa le habría hecho perderla.Es verdad que en la misma situación de dolor, otras viudas u otros familiares ante semejante adversidad toman la fe religiosa como bálsamo y ayuda. Lo que a unas personas les hace ir a una idea a otras les hace abandonarla sin saber si se cruzan en algún lugar del camino.
Hay otras fes que se abandonan. En la política nos podemos encontrar con casos de catalanistas como Eugenio d’Ors, Josep Pla o incluso un Carles Sentís, que acaban pasando al franquismo durante nuestra última guerra civil. Todo esto con los matices que se quiera. Diría que incluso en el caso de Eugeni d’Ors, su caída en desgracia dentro del primer catalanismo de la Lliga tuvo que ver con un artículo comprensivo en algunas protestas obreras en su rama anarquista, lo cual le lleva a un exilio a Madrid en los años 20. Aunque en la wikipedia parece todo atribuible a la envidia a alguien muy brillante.
Alguien brillante parecía ser un Jacques Doriot, que supongo que entre otras cosas por la falta de reconocimiento en el Partido Comunista Francés, acaba pasando en el periodo de entreguerras de casi ser su secretario general a crear un nuevo partido de extrema derecha nacionalista.
Pero un Manuel Sacristán hizo un camino inverso.
Cambios de este tipo no los he visto en directo, me llegan a oídos de forma indirecta de gentes que conocí en la universidad, ellos en alguna de la juventudes comunistas que había en Cataluña en los inicios del siglo, que han pasado hacía Ciudadanos. Quizás en la primera versión que se decía próxima a la socialdemocracia, cómo ya había pasado con Convergència mucho antes. Pero sí que hace unos años conocí a un proveedor informático ya casi jubilado que, conociendo que me iba a presentar como concejal por ICV-EUiA, me miró con tierna simpatía, y me dijo que él había estado en la LCR de joven. De una izquierda radical y contundente a una vida normal (como la mía claro), tan radical y contundente que en los estertores el franquismo iba con otro camarada que llevaba pistola. Pero perdió la fe en aquello cuando se dio cuenta que el que iba con pistola nunca la iba a usar. Silencio y sorpresa y aún le doy vueltas a aquello.
Más comprensibles, para el bienestar propio, esos radicales jóvenes de familias más o menos bien a los que los obreros les parecían poco obreros, que incluso llegaron a pasar por las cárceles franquistas en algún momento, como aquel caso que me explicaba un veterano compañero de EUiA y CCOO de l’Hospitalet que descubrió a un ex compañero de celda acusado años más tarde de corrupción en algún ente empresarial del Baix Llobregat. Quizás en estos casos la divergencia entre sus realidades y las derrotas en el bienestar común les hicieron optar por la salida individual, desde la legal a la ilegal.
La derrota, las apuestas fuertes no seguidas y la salida individual. Algo de ego o mucho de ego. Y quién sabe si al final es falta de fe, o simplemente de imaginación para pensar otras posibilidades, sobre todo cuando hay que compartirlas y uno tiene cartas para jugar para uno mismo.

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