sábado, 3 de octubre de 2020

La mentirijilla como arma en la batalla del motor de Barcelona

 Hace unos años, me sorprendió que el cura del funeral de mi tío dijese que mis abuelos habían decidido incorporarlo al nacer a la santa madre iglesia mediante el sacramento del bautismo y esas cosas. Me pareció que al cura le iba bien para hilvanar su discurso y alguna cosa más, y aunque podría decir que no era verdad me tenía que callar. ¿En los años 40 podrían mis abuelos haber decidido otra cosa? Mi abuelo el que estuvo en un batallón de trabajadores después de haber perdido la guerra.


Y he vuelto a pensar últimamente con los artículos de los temas de moda en los medios y debates: ocupaciones de viviendas, la defensa de la monarquía y los cambios en el urbanismo y la movilidad en ciudades como Barcelona. Muchas veces entroncando con las “fake news” y desde medios serios y publicados en papel. 


No sé si les está llegando y de qué manera los “debates” en torno a los cambios en la movilidad en la ciudad de Barcelona. Lo que parece una necesidad de salud y de sostenibilidad: volver a darle al peatón más espacio en nuestras ciudades y por consiguiente ir quitando el espacio a motor está desatando todo tipo de noticias, artículos y opiniones contra el gobierno de la ciudad de Barcelona. 


Sí, son debates importantes y desde el diario impreso más importante de Cataluña y de su capital, también se entra en el debate con todo su arsenal intelectual y con la importancia que requiere. Así en su página 2 su director adjunto Enric Sierra compara seria y argumentadamente a Colau con Fraga en un artículo titulado “La calle es mía”. Y empieza el artículo de opinión con una primera ráfaga de la que tengo serias dudas:


Los grandes avances que ha dado Barcelona desde que cayeron sus murallas milenarias fueron pensados y reflexionados durante tiempo, se ejecutaron de la mano de reputados urbanistas y tenían un amplio consenso.


Antes de expresar claramente mis dudas sobre una afirmación tan arriesgada, porque desde la aprobación del derribo en 1854 ha pasado más de un siglo y medio y los períodos democráticos, los que permiten reflexionar y llegar a consensos, han sido pocos en nuestra historia; le pregunté por tierra, mar y aire sin éxito porque podría ser que yo lo estuviese entendiendo mal y no querría meter la pata así como así. Pero parece que no está muy atento a sus redes sociales, así que me lanzo y diré que es una mentirijilla o una trampa para acusar al gobierno municipal de Barcelona encabezado por Ada Colau de poco reflexivo, que no tiene en cuenta a los técnicos del ramo y que pasa de dialogar, y sobre todo y principalmente que rompe una tradición de más de siglo y medios de todo lo contrario. La primera alcaldesa. 


Cuando leí lo de gran avance urbano en Barcelona, en seguida pensé que se refería en l’Eixample y su ideador Ildefons Cerdà. Pero me debía estar equivocando, ya que no puede ser puesto como ejemplo de consenso, de hecho el consenso de la ciudad, o la decisión de sus élites si no queremos engañarnos eran otros (el de Antoni Rovira i Trias) y en cambio si triunfó el proyecto de Cerdà fue gracias al gobierno progresista que había en en Madrid. Entonces, en 1860, el director del Diario de Barcelona era el que cargaba contra su plan, la Vanguardia aún tardaría en fundarse.Por otra parte Ildefons era ingeniero de caminos, canales y puertos, y no arquitecto que eran los que hacían los planes urbanísticos en el momento y que se quejaron por la usurpación de funciones y competencias. 


Yo pensé en el poco consenso del Eixample, y otros amigos y compañeros me han puesto como ejemplo el poco que hubo cuando se arrasaron las casas de obreros y clases populares para dar pie una señorial calle como la Vía Laietana, o para la construcción del barri del Born o la Barceloneta, entiendo que de la mano de Pascual Maragall para las Olimpiadas.


No hará falta decir que estoy a favor de la reflexión, el debate, el urbanismo y los consensos, empezando por los que va hilvanando la Unión Europea en el sentido de buscar ciudades más saludables y un medio ambiente más habitable. Y creo que BComú también, y así lo está haciendo. Ahora bien quizás no corresponda a los consensos de los que siempre los han estado haciendo en la ciudad de Barcelona, ahí radica el problema quizás. Yo pediría que los vecinos de Barcelona, como los de las primera corona metropolitana, los de a pie, tengamos más espacio en la ciudad y en los medios, y no sólo los que tienen al RACC como defensor o los tertulianos de radio que se han ido a la Quimbambas “por calidad de vida” y luego quieren estar a 15 minutos del centro.


Creo sinceramente compatible mi derecho a la ciudad como el de otros que hacen un uso diferente del mío. Si hay consenso sobre reducir el espacio al motor y por la vida saludable (aire, ruido y espacio), podemos mejorar los aspectos y aplicaciones de problemas que surgen del día a día de los que trabajan en la calle. Pero si no va en ese sentido pues que se sea honesto y se diga y nos bajamos de la Unión Europea y de ciertas reivindicaciones de los días de guardar el medio ambiente. No el coche no ha estado siempre en la ciudad y cuando lo hizo se acabó prohibiendo a los carros circular por la ciudad, no fue algo natural. 

Notas: 

  1. Sobre los datos de Ildefons Cerdà he recuperado breve biografía que le hizo Fabián Estapé en “Deu grans catalans” de la editorial La Magrana. 

  2. Sería interesante ver cómo se conjugan estos artículos y posicionamientos sobre los cambios urbanos y de movilidad con los mismos autores cuando los hacen sobre los avisos y multas en esta materia de la UE o cuando hay visita de Greta Thunberg. Me da la impresión, que debo contrastar, que entonces también la culpa es de La Colau por no hacer suficiente y no ser valiente. 

  3. Ahora Pascual Maragall es de todos y todos le pueden hacer hablar, incluso (no lo digo precisamente por La Vanguardia) los que criticaban a Iniciativa por el modelo de ciudad de Barcelona. 

  4. También sorprenden artículos en una defensa ardiente de la concejal responsable “Ancianos y cascarrabias, dejen trabajar a Janet Sanz” de Ignacio Vidal-Folch. No se lo pierdan, no es habitual el formato. 


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