viernes, 14 de junio de 2019

Aristocracias de libres e iguales

Cuando acabe de escribir esto será lunes de pascua y fiesta todavía en Cataluña, dicen que por cosas de nuestra pasada vinculación al imperio franco, como marca hispánica, y en la que por lo visto Carlomagno decretó que para facilitar la vuelta después de alguna fiesta cristiana como la semana santa, se diera un día extra de fiesta para la vuelta a los lugares de trabajo después de las celebraciones en los pueblos de origen con las familias. No se fíen de la historieta que les he soltado, seguro que nos lo explica mejor la candidata autoproclamada popular por Barcelona, que seguro que sabe más de los catalanes y Cataluña que nosotros mismos: los catalanes. No digo ya de los francos, que seguro mucho más todavía por motivos obvios.Cuando empiece a escribir esto a boli, estaré en la Seu d’Urgell, capital de l’Alt Urgell, donde empezaron los condados catalanes como franquicia franca. Mi mujer me saca a ver mundo y sobre todo cataluñas; acostumbrado a las de metro y cercanías de Barcelona, mi mirada más allá a veces es de puro excursionista. En este viaje a la Seu aprovechamos y pasamos por Cardona, para ver su inexpugnable castillo. Los castillos los tenemos en común castellanos y catalanes, parece que en ambos casos fue lo que nos dio nombre: castellanos y “castelans”. El castillo de Cardona fue, además de elemento fundamental para el control de su mina de sal, pura frontera con el Al-Andalus o el califato cordobés, la potencia del momento. Potencia económica y militar, pero también cultural y técnica. Me sorprende y me alegra que tantos siglos después pueda ver en esas tierras otra vez magrebíes o musulmanes o árabes o no sé bien cómo decirlo[1], pero hablando en árabe o bereber, y en catalán y castellano, o mezclando. Buen catalán y buen castellano en los más pequeños.

Supongo que si además sacamos el foco de los viejos condados catalanes para hablar de la historia de toda Hispania, desde el ducado de Cardona, una marquesa estará más preparada que todos los debatientes callejeros juntos. Marquesa y popular, que no populista ni pueblo. Y sabrá la razón por la que no hubo un conde de Barcelona que se autotitulase rey de Cataluña, que hasta Mónaco tiene príncipe e incluso Andorra tiene 2 y uno precisamente vive en la Seu d’Urgell y el otro es republicano y electo.
La de libres e iguales, casi nada, libres los andaluces de gastar lo que les plazca de su presupuesto público en renovar sus santería de semana santa o en balas como en Corite, todo en nombre del amor, el sacrificio y la redención de la humanidad. Y más libres de pensar que a buenas con dioses y santos les cuadrarán los presupuestos eliminando salvajemente impuestos. Sé que a Doña Cayetana le parece en cambio muy mal que el dinero de nuestro presupuesto e impuestos vaya a medios de comunicación públicos (en catalán), o a autoexplicarnos nuestra propia historia con “espais 1714” por doquier, como el del Castillo de Cardona, que no se rindió con el bando borbónico hasta llegar a un acuerdo.
Aunque a mí me vaya irritando cada vez más la presencia perpetua de 1714 cuando los catalanes teníamos libertades. No la de prensa, no de culto, no de organización de los de abajo…. No, de las otras libertades. Pero son unas historias de Vic y Cardona, pero también de Cardona y Berga. Y en estos viajes a “la Catalunya catalana” de un tipo como yo, uno se sorprende de la presencia del castellano en muchos de estos sitios. Un castellano como el mío, de l’Hospitalet. O ver unos trapicheos[2] traídos de los 80’s de los barrios barceloneses y cercanías, con sus mismas caras, que no parecen haber llegado a la aristocracia propia de una Artadi. De una “Cataluña catalana” rural pero urbana y con presente y pasados industriales. De pintadas de Arran y VOX a pocos pasos en la misma Seu.
Si yo me veo descubriendo tantas cataluñas, lejos de los esquemas de hace veinte o treinta años, y lo difícil que me es captarlas ni a medias en un sólo dibujo, lo que debe ser para Cayetana Alvárez de Toledo. Sí, nos falta alguien con un plan y que le sigamos de forma amplia y mayoritaria en Catalunya, pero no será ella. A no ser que el programa sea contra lo que ella representa: contra el elitismo y la uniformidad. Y eso vale no sólo hablando del pueblo catalán, vale para hablar del pueblo.
[1] ¿Cómo deben hablar de nosotros en Marruecos, Argelia o Túnez: sureuropeos, iberos, católicos, cristianos?
[2] Plaça C de la Seu

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