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lunes, 21 de mayo de 2018

Contra el arte del Museo del Prado.

Me decía en su momento un compañero de la Facultad, el señor Marzo, quizás en algún banco de madera en el claustro del edificio histórico de la Universitat de Barcelona, con un café de la máquina, un pastelito de chocolate de la otra máquina y un cigarro rubio traído de casa con lo que mi compañero acostumbraba a desayunar, que realmente los grandes cuadros no tendrían que estar en los museos sino en la casa de uno para poderlos apreciar de una forma adecuada. Quizás sí, yo me pinto los míos en mi casa. Aunque en casa de mis padres se pensaba en guardar las láminas más bonitas de los calendarios que regalaban las cajas para ponerlos un día como cuadro.

Teniendo televisión, teniendo fotografías y otros materiales de reproducción el cuadro, e incluso el museo, es otra cosa que lo que podía ser cuando era de un rico que lo tenía como una forma de entretenimiento y de propaganda. Si se plantea el museo como un sitio para divulgación cultural, popular, del arte tengo que reconocer que el tipo de museo de cuadros clásicos y viejos es un desastre. Me ha dado la impresión de que cuando he ido al Museo del Prado me he dedicado a ir al trote como si fuese con un check list, y un visto, visto, visto… Pero al partir del cuarto cuadro estoy saturado y no sé lo que veo ya. Saber lo que veo por el letrero, no saber lo que veo como al que le gusta conducir.
En esos momentos pensaba en el señor Marzo y en dedicarse sólo a unos pocos cuadros en casa para poder apreciarlos realmente. O pensaba en un Federico Sánchez que aprovechaba las visitas al Prado para hacer tiempo entre citas clandestinas acechado por el fascismo franquista, o para ver si le seguían y aburría al policía que le podía estar siguiendo. O todo a la vez como excusa para echar un ojo a alguna versión de Judit y Holofernes.
O un museo como acceso a la cultura para todos, de lo que somos. Aunque viendo esos cuadros somos reyes, guerreros, princesas, curas y poca cosas más, quizás lo fantástico que siempre aporta la religión y algún pícaro del pueblo. Y ese todos se queda en Madrid. Con todo lo que se privatiza en cosas fundamentales si no vitales, como la sanidad o la educación o el acceso al agua y la energía, ¿Por qué no se privatiza un museo como el del Prado? ¿Porque tiene que haber partidas de más de 9 millones de euros de los presupuestos del estado para un museo madrileño? ¿Es más un viejo cuadro muchas veces superado técnicamente en la actualidad que la vida de una persona o la cultura de todos desde jóvenes que representa la educación pública? ¿Hasta cuánto y cuándo debe el Museo del Prado adquirir más y más cuadros o hacerse cargo de donaciones?
Unas grandes partidas para mantener y guardar miles de cuadros que no se pueden exponer y que la mayoría de los españoles sólo podremos ver alguna vez un rato. Quizás se podría hacer una réplica del Museo del Prado en otras ciudades de España con cuadros no expuestos a día de hoy, aún sería una inversión colectiva mejor socializada y una forma de inversión en el turismo,,nuestra mejor industria, por todo el país. Aunque directamente a la mayoría de nosotros nos bastaría con réplicas de los mismos grandes cuadros, que no vamos a notar la diferencia en el trazo.
Cuando estuve en Florencia con un profesor del Montón, el Nacimiento de Venus de Botticelli estaba protegida por un cristal que reflejaba y aunque hubiese sabido valorar el trazo, hubiese sido mejor una fotocopia a color de copistería. Sin contar que para mi el David de Miguel Ángel, Miguel Ángel ese carnicero que dijo Oteiza, que había en la plaza de la Señoria era indistinguible del original que hay en la Galería de la Academia, los dos me hubiesen servido para creer que era David porque en la mano posada de forma extraña en su hombro lleva una honda y hasta ese viaje no me había dado cuenta.
Pero a todo esto, mientras iba pensando en por qué nadie entre lo neoliberales patrios ha propuesto todavía la privatización de los museos, si no es por nacionalismo arcaico o porque he ido mirando links en la web del Museo del Prado e incluso en la de los Uffizi, veo que son de interés y más que suficientes para mi pobre interés. Las miraré aunque no demasiado, no llegue a interesarme el trazo y me tenga que ir a vivir a Madrid.

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